Secciones
Servicios
Destacamos
Martes, 23 de Diciembre 2025, 14:38h
Tiempo de lectura: 9 min
Dan Wang, de 34 años, está considerado uno de los principales expertos en el desarrollo tecnológico de China. Ha trabajado seis años en ese país y en la actualidad es investigador en la Universidad de Stanford, en California. En agosto publicó Breakneck: China's quest to engineer the future ('A toda velocidad: la búsqueda de China por ingeniar el futuro'). Esta publicación levanta ampollas, pero aun así ha sido elegida libro del año por el Financial Times y es uno de los más vendidos de 2025 según The New York Times. Wang sostiene que China es un «estado de ingenieros» que construye a velocidad vertiginosa mientras Occidente bloquea las nuevas iniciativas, buenas y malas, con leyes, aunque también reconoce los costes humanos brutales del modelo chino: la política del hijo único, los confinamientos de la covid, la represión...
XLSemanal. ¿Qué tiene China de admirable?
Dan Wang. El sistema chino se ha adaptado a las necesidades de sus ciudadanos. Es un estado ingenieril altamente eficiente; y esa es la clave de gran parte del éxito chino, también del éxito político del Partido Comunista. La gente tiene la sensación de que su vida mejora. Piense, por ejemplo, en la metrópolis de Shanghái, de 26 millones de habitantes. Solo este año se están construyendo allí 120 parques. Hace 40 años no tenían metro; hoy, Shanghái tiene la red más larga del mundo.
XL. Son proyectos de cara a la galería.
D.W. En absoluto. Son obras públicas que benefician a mucha gente. El estado ingenieril chino también se nota en el campo: en 2021 recorrí en bicicleta Guizhou, una provincia pobre y escarpada. Ahora se alzan allí la mitad de los puentes más altos del mundo. Un eslogan de la región dice: «Si antes tardabas tres horas hasta el pueblo más cercano, hoy tardas tres minutos». Es propaganda, claro, pero el orden de magnitud es correcto. Quien antes no tenía electricidad hoy la tiene. Quien antes tenía que alojar a toda su familia en una única habitación hoy tiene un piso grande.
XL. Ya, pero ¿a qué precio?
D.W. Sí, el endeudamiento es preocupante.
XL. Me refería al precio de la libertad.
D.W. Las consecuencias sociales son enormes. En la élite política de la China moderna hay una cantidad inusual de ingenieros. Y estos no pueden resistirse a la tentación de controlar a su población como una máquina: desde la brutal política del hijo único hasta los confinamientos durante la pandemia de coronavirus; desde los campos de trabajo en Sinkiang hasta el intento de asimilar a los tibetanos. Eso es, naturalmente, un aspecto muy problemático.
XL. Un Estado de vigilancia dictatorial no puede ser la respuesta a los problemas.
D.W. No estoy diciendo que necesitemos un estado dictatorial, pero las democracias liberales deben demostrar que también son capaces de llevar a cabo proyectos que la gente quiere. Tardar más de 30 años en la construcción de un tren de alta velocidad entre Los Ángeles y San Francisco, como hacen los demócratas en California, no es la solución. Necesitamos gente y procesos para volver a la acción y ejecutar cosas.
XL. ¿Más gente solucionaría, por ejemplo, el problema de la vivienda?
D.W. ¿Cómo conseguimos más viviendas? Necesitamos funcionarios que tengan las manos más libres para aprobar más proyectos. Como el coste de la vida en Nueva York es demasiado alto, un político socialista ha propuesto congelar los alquileres...
XL. Mamdani, el nuevo alcalde.
D.W. No creo que eso ayude. Sería mejor aumentar la oferta, construir más. Menos burocracia, menos regulación.
XL. En su libro da la impresión de que el Estado de derecho le parece un problema. ¿Qué le molesta tanto?
D.W. Que en algún momento se vuelve prácticamente imposible construir nada relevante. Los estadounidenses adinerados son tan aficionados a litigar que incluso se oponen a la construcción de parques infantiles. Tome la Universidad de California, en la acomodada Berkeley: querían construir una residencia de estudiantes. Los vecinos presentaron una demanda, por motivos de protección medioambiental y acústica, para evitar que el camión de la basura pasara más veces. Si un procedimiento dura lo suficiente, abogados caros son capaces de convencer a los jueces de todo.
XL. ¿Pero no es propio de una democracia debatir las preocupaciones sociales?
D.W. Por supuesto, y no quiero eliminar a todos los abogados, pero esta sociedad litigante estadounidense surgió en las décadas de 1950 y 1960, cuando en algunos lugares se construían realmente demasiadas autopistas y se esparcían en los campos cantidades ingentes de DDT y pesticidas. Naturalmente hacía falta una corrección. Solo que ese no es el problema hoy. Se trata de modernizar las infraestructuras, construir más viviendas y hacer más limpia la economía. Necesitamos un sistema que se adapte a esta nueva situación.
XL. La digitalización acelera muchos procesos. Ahí Estados Unidos va por delante.
D.W. Solo con la digitalización no construiremos viviendas. Estados Unidos cuenta con visionarios tecnológicos, solo que, desgraciadamente, a ellos no les interesa en absoluto la legitimidad democrática. Pero eso hace falta en las democracias: que los gobiernos funcionen y aborden los problemas que preocupan a los votantes: vivienda, coste de la vida...
XL. ¿No está pasando por alto la fuerza innovadora del capital privado? Empresas estadounidenses como Nvidia, Apple o SpaceX marcan pautas a escala mundial.
D.W. El mayor mercado financiero, por sí solo, sirve de poco. Apple, por ejemplo, vale más de cuatro billones de dólares, unas 30 veces más que la empresa china Xiaomi, que empezó a producir teléfonos inteligentes hace casi 15 años. En 2014, el consejero delegado de Apple, Tim Cook, dijo: «Debemos desarrollar un vehículo eléctrico». El proyecto se llamó Titan. Apple, finalmente, ha tirado la toalla. Seis años después, el fundador de Xiaomi subió a un escenario y dijo: «Vamos a construir un coche eléctrico aunque sea lo último que haga». En junio, su vehículo eléctrico dio la vuelta más rápida jamás registrada en el circuito alemán de Nürburgring. No fue Porsche, no fue BMW y mucho menos Apple. ¿Habla eso a favor del mercado financiero estadounidense o de Xiaomi?
XL. Pero es mejor que el mercado decida dónde se invierte y asuma los riesgos, y no el Estado.
D.W. Donald Trump ha convertido al fabricante de semiconductores Intel prácticamente en una empresa estatal. Trump no quiere hacer menos política industrial, sino más. La globalización al estilo de los años noventa se ha roto. Aún quedan personas que se aferran a la idea de que el libre mercado es la solución. Pero no creo que ni The Economist ni el Financial Times sigan creyendo en esa historia.
XL. ¿Es bueno el plan de Trump para volver a situar a Estados Unidos como polo industrial?
D.W. En absoluto. Desde aquel Liberation Day, cuando anunció su nuevo régimen arancelario en abril, ha perdido más de 40.000 empleos industriales. Sin contar los casi 500 trabajadores –entre ellos, 300 ciudadanos surcoreanos– que su Gobierno expulsó tras una redada en una fábrica de Hyundai. Eso va en dirección contraria a la que ha tomado China para convertirse en gigante tecnológico. Pekín lleva tiempo dando la bienvenida a ingenieros extranjeros, desde Volkswagen hasta Tesla. «Construid nuestros mejores productos», era la orden, «¡y formad a nuestros trabajadores!». Trump, en cambio, apuesta por los aranceles, una receta del siglo XVII.
XL. «Estados Unidos practica el autoritarismo», ha escrito usted sobre el presidente, «pero sin lo bueno de ello».
D.W. Trump es una catástrofe para el Estado de derecho. Y eso amenaza la posición global de Estados Unidos. Pero Trump también ha ganado las elecciones porque mucha gente está descontenta con su nivel de vida.
XL. ¿El Partido Comunista de China tiene un modelo mejor?
D.W. Quizá... si solo se trata de mantener una base industrial. Sin embargo, no creo que China tenga, en general, una respuesta mejor. Enviar a casa esposados a trabajadores surcoreanos tampoco es, desde luego, una solución.
XL. Incluso una economía dirigida por el Estado, como la china, puede fracasar. ¿Cómo explica que el país siga estancado en ámbitos como la aviación y los semiconductores a pesar de las subvenciones multimillonarias?
D.W. China va por detrás cuando se trata de combinar diferentes disciplinas científicas. Ahí es débil. Los semiconductores combinan ingeniería eléctrica, química e informática. Y en la aviación, ingeniería mecánica, aerodinámica y ciencia de materiales. Ahí China tiene aún mucho en lo que trabajar. Donde la tecnología está madura y solo se trata de fabricar y ejecutar, los chinos superan hoy con creces a europeos y estadounidenses.
XL. ¿Tiene un ejemplo?
D.W. La fabricación de teléfonos inteligentes, los productos más sofisticados de la electrónica de consumo. Aquí ya no se plantean preguntas a la ciencia. O la producción de baterías para coches eléctricos. También aquí todo depende de llevar a cabo procesos perfectos, desde el llenado de las celdas hasta el sellado definitivo. Ahí China va por delante. De hecho, lo está en todo con excepción de la industria aeronáutica y de semiconductores. Y para China esto no es una catástrofe.
XL. Algunos expertos defienden que China ya ha alcanzado el punto máximo de su desarrollo.
D.W. Quizá sea así, no quiero descartarlo. Pero no parece que el jefe del Estado, Xi Jinping, se lo crea. La jefatura china parece estar firmemente convencida de que Oriente sigue en ascenso. Y eso es lo importante.
XL. Hay quien apunta que se le acabarán los trabajadores cuando sufran las consecuencias de la política del hijo único.
D.W. Ahí soy escéptico. La demografía no lo determina todo. China sigue creciendo y haciéndose más rica. La ciencia coincide en que las sociedades envejecidas son menos innovadoras y menos dispuestas a asumir riesgos. Sin embargo, no veo señales de ello en los chinos. China está adelantando a Alemania en la industria automovilística y alcanzando a Estados Unidos en inteligencia artificial.
XL. Usted describe a Europa como una «economía mausoleo».
D.W. Es evidente que China está desindustrializando paulatinamente el viejo continente, desde la industria automovilística hasta la ingeniería mecánica. Al mismo tiempo, Estados Unidos sopla la oreja a Europa en los ámbitos del software, la biotecnología y la industria financiera. Europa está acosada por todos lados y, a pesar de ello, parece autocomplaciente. La mayoría de sus millonarios han heredado su fortuna, en lugar de construirla ellos mismos.
XL. Eso es muy pesimista.
D.W. En este momento, europeos y estadounidenses se miran con lástima unos a otros; me temo que ambos tienen razón. Pero haga lo que haga Trump con Estados Unidos, eso no es motivo de celebración para Europa. Porque si a la economía europea le va mal, a la política no le irá mejor.
XL. Entonces, ¿o la democracia se vuelve más eficiente para sus ciudadanos o nos amenaza la autocracia?
D.W. Casi todos los partidos populistas de derechas crecen más que los moderados. Eso no hará avanzar a Europa. No soy optimista en lo que se refiere a Europa.