
Lorenzo Silva
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Lorenzo Silva
Con un lleno absoluto y gran expectación por parte de sus más fieles lectores, el escritor Lorenzo Silva protagonizó el Aula de Cultura que se celebró este miércoles en la Casa de Cultura de Arroyo de la Encomienda. Una cita que estuvo organizada por El Norte de Castilla y el Ayuntamiento de Arroyo y que permitió al público acercarse a una de las plumas más destacadas de la novela negra española contemporánea.
El alcalde del municipio, Sarbelio Fernández y la concejala de Cultura, Ana Sánchez, hicieron de buenos anfitriones con Silva, al que guiaron en una visita a las instalaciones de la biblioteca municipal, donde pudo conocer de la alta demanda que tienen sus novelas entre los lectores arroyanos. Silva agradeció la oportunidad de conocer el municipio y toda su intensa actividad cultural. A sus lectores arroyanos les dedicó dos ejemplares para su biblioteca, '16 ciudades muy, muy importantes' para el público infantil y su última obra 'Las fuerzas contrarias, sobre la que más tarde conversó con Carlos Aganzo, director de Relaciones Institucionales de Vocento.
Durante el encuentro, Silva compartió su particular visión de la novela negra y reflexionó sobre los treinta años y 14 libros que lleva al lado de sus dos personajes más célebres, los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Comenzó reconociendo lo improbable de su largo viaje junto a ellos. «Esto empezó conmigo pensando que no iba a llegar a ninguna parte» admitía. Y, sin embargo, aquella primera novela, 'El lejano país de los estanques', que tardó dos años en publicarse tras ser rechazada por varios editores, acabó convirtiéndose en una de las sagas más longevas y reconocidas de la literatura española contemporánea. El origen de la historia no vino de la imaginación, sino de la observación. «Tras haber leído a Raymond Thornton Chandler, y sobre todo su novela El largo adiós, estaba intentando maquinar una trama magistral cuando presencié una disputa cruel entre dos mujeres alemanas en una playa de Mallorca. Me golpeó la sensación de que había algo ahí, una historia de dolor. Imaginé que una estaba muerta y ese fue el inicio de todo», recordó. Fue entonces cuando «tuvo que buscar a alguien que investigara el caso» y ahí aparecieron sus dos protagonistas.
Silva insistió en que no buscaba detectives espectaculares, sino personajes con una ética reconocible, con una mirada compasiva hacia la realidad y eligió que fueran Guardias Civiles. Reconoció que si pese al paso del tiempo no los ha ascendido de rango es porque «mis personajes son currantes y no quieren dejar de serlo. Quieren estar a pie de calle, que es lo que les interesa», apuntó.
En sus novelas Silva ha retratado el crimen, pero también las principales transformaciones sociales y políticas de España. «Yo estaba abierto a que la saga reflejara los hechos más relevantes de la sociedad española. En 1995 yo pensaba que íbamos a convivir para siempre con ETA y fue la Guardia Civil la que la acabó derrotando. Tampoco me habría imaginado nunca que Cataluña cayera en manos de un atajo de iluminados que iban a fracturar su propia sociedad. Eran cosas impredecibles y que he ido incorporando a la historia. Por eso quise situar esta novela en la pandemia. Es una historia que también habla de nosotros, de lo que fuimos y de cómo nos enfrentamos a lo que no entendíamos», apuntó.
El escritor reflexionó también sobre el lugar que ocupa la verdad en la literatura. En su literatura. «Creo que la ficción tiene una potencia especial cuando pellizca lo real. Como reportero nunca ahondaría en detalles escabrosos. Como novelista sí. Lo que no se puede contar en un reportaje, lo puedes decir en una novela, sin hacer daño a nadie, sin aumentar el sufrimiento. Una ficción sirve para contar detalles indecibles», opinó.
También se detuvo en cómo han cambiado las herramientas de la investigación criminal a lo largo de estos 30 años. «Cuando escribí la primera novela, tener un teléfono móvil era una rareza. Hoy, un móvil es una caja de Pandora», dijo y admitió en 1995 Bevilacqua «era completamente reacio a llevar un móvil en el bolsillo, pero ahora vive esclavo de él».
Sobre sus manías de escritor se definió como un autor metódico, disciplinado, con los pies en la tierra. «El trabajo de escribir una novela tiene tres fases. Una es la fabulación, que puede prolongarse años. Otra fase es la documentación sobre el terreno y cuando has hecho todo eso, hay que sentarse a escribir, que es la parte menos glamurosa de todas. El resto es todo rutina y una vida casi monástica», apuntó.
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