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Cada año, Arroyo de la Encomienda se transforma durante sus fiestas dedicadas a San Juan y que culminaron este miércoles por todo lo alto. Las calles han estado llenas de música y del color y alegría de las peñas. Un bullicio constante y divertido que ha alegrado a vecinos y visitantes.
Dentro de las actividades, hay una con un significado especial para los arroyanos. Se trata de la celebración de las rosquillas. Una tradición que viene de antiguo y que conserva el sabor de la repostería tradicional y que a la vez servía para tomar el pulso del cortejo entre los jóvenes del pueblo. Hoy, la tradición se vive con otro enfoque, más lúdico, pero no por ello menos especial.
El protagonista de esta celebración es la figura del 'mozo viejo', un personaje que representa a los antiguos galanes del pueblo y que es encarnado por un soltero que actualmente eligen entre los peñistas. Su misión fue recorrer el casco histórico recogiendo, casa por casa, las rosquillas que las jóvenes solteras habían preparado con esmero.
Cada una de estas rosquillas de palo es una pequeña obra de arte. Llevan la inicial de la joven que la ha horneado y están decoradas con cintas de colores, papel celofán, lazos brillantes y todo tipo de detalles que demuestran el mimo puesto en su elaboración. La receta no cambia: harina, huevo, anís y azúcar. Pero la presentación es libre, y ahí radica buena parte del encanto.
Con el sonido alegre de una charanga y acompañados por decenas de jóvenes, el 'mozo viejo' y su séquito convierten el recorrido en una auténtica fiesta callejera. En cada parada, una sonrisa, una rosquilla y una foto. Ya en la plaza, todas se exponen ante el jurado, que debe elegir las más vistosas. Una tarea complicada dada la creatividad de las participantes.
La fiesta no termina ahí. Al día siguiente, las jóvenes repiten el ritual, pero esta vez deben romper su rosquilla en una cesta de mimbre y bailar un pasodoble con el mozo viejo al ritmo de la dulzaina.
En esta tradición, las mujeres casadas también tienen su momento. El miércoles fue su día. Ellas también entregaron sus rosquillas a la juventud, que estuvo acompañada por la charanga 'Sal del Compás', lo que les hizo rememorar aquellos años en los que sus antepasadas también esperaban en la puerta, rosquilla en mano, al mozo del pueblo.
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